un
secuestro de momentos,
hartazgo
de afectos negados,
legado
que un dios sin alma
dejó
en cosecha malsana.
Las manos,
como
agujeros negros
inventaron
un lenguaje sin tacto
para
colmar el manifiesto desdén.
Una lluvia serena impregna la evidencia,
y
un temblor de dientes enturbia el verbo
intentando
expresar
esta
amarga melancolía.
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