En esta casa mía que cubre como un sudario,
que tiene mis ojos,
mis manos,
mi boca,
mi sombra,
mi hondura,
cimentada y templada de mil espasmos,
culebrea una dulce sombra que
se prende y apaga,
socavando este reino de corazones secos
y continentes congelados,
haciendo que el alma reverencie su evocación.
En este tiempo de hojas caídas,
de rosas arrancadas,
raramente hay música,
el líquido vital es camino de granito,
y este temblor efímero que serpentea,
enciende el mundo de las nadas y las ganas
a golpe de pensamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario