y
por más que pretenda sajar con escarpelo las palabras,
no
pueden evitar lucir crespones negros en la almohada.
La
melancolía huele a sombra como aire degollado,
las
insidias se me antojan alfileres con mil puntas,
los
vocablos rezuman un padecer vetusto,
las
razones se me escapan por fingidas,
todo
es un ir y venir caduco,
con densidad
de escombros
-obscena
hipocresía -
de solidez
ignota,
sembrando
olvidos,
desidias,
desganas,
cual
flores marchitas que transparentan el paso un tiempo,
días de gloria fermentados.
Pronunciaré
su nombre,
esta vez sin vocablos,
para
sanarme de la angustia que me preña
como una estampación impresa,
desecho amargo,
-vestigio
ácido-
agudo
testigo del dolor.