Fantasmas
obstinados gritaban,
pugnaban por
salir al descampado.
Del fondo del
dolor emergieron raíces
hasta
consagrar el recuerdo de otros días
impregnando
silenciosos sueños
en nostalgias.
¡Te quiero ¡
-la decía-
con rosas de
impotencia,
hasta dejar
tatuada su piel
en verdugones
de ira irreverente,
frenando
pavores y congojas
esperó una
siguiente acometida.
Amordazando
ilusiones
ratificó su
mansedumbre
como una
vieja letanía.
¡Te quiero
hasta la muerte ¡
-la decía-
Fue su ultimo
epitafio,
y ella…
le creía.
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