Dicen que los recuerdos no evocados
mueren de inanición,
pero la memoria es un arma desbocada,
no se cansa de tañer,
porque el dolor no es negociable,
no se deja manejar,
más le valdría sucumbir y confundirse
en fondo de los días,
porque cuando el alma está oprimida
y encadenados los pensamientos,
queda desarmada.
Y es que,
el silencio jamás purifica
lo que nunca debió ser ultrajado.