Viajo
incansable entre retazos de lluvia
y
restos de sombras pegados en mi almohada,
con
las manos enguantadas en milagros
y la
voluntad diseminada entre los dedos.
Despojada de
inocencia,
con
la incertidumbre instalada en los talones,
desdoblo
la soledad sobreviviendo al borde de la piel.
(Que
no se note que tiemblo)
Cuando
el ruido se acentúa entre las sabanas
y se
talla la inquietud en marejadas,
me
desnudo de mí,
olvido
la cordura y me ausento,
quedando
irremediablemente colgada en los aleros.
Susurrado así apenas se nota y simplemente se siente, como la brisa al rozar la piel.
ResponderEliminarUn abrazo en la tarde.
Estaba yo preocupada Rafael. Gracias, besotes
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