-entre zarzas-
retozando sus barbas
en aristas escabrosas.
Para controlar sus
desmanes y manejos,
es preciso cantar
mantras a destajo.
Los vocablos se visten
con nombres sospechosos,
jugando a despistar
se esconden tras seudónimo,
pretendiendo ser lenguaje alternativo,
por falta u omisión .
Es mejor sajar con
escarpelo
todo indicio de
embargos por la causa,
y en su lugar,
implantar detectores,
por si acaso el poeta
se desmanda
y nos dice lo que
piensa.
No sea que al leer
sus infortunios en los versos,
cavilemos,
se nos ocurra pensar
solos y
procedamos a instaurar nuevas trifulcas en la
lengua.
De este modo,
escribir ya no
implica desagravios,
lanzar palabras, es ya un hábito manido,
sin escaldarse la
manos.
¡¡Ay Celaya, que
desastre¡¡
nuestros cantares ya
son sin pecado,
un adorno.
¡¡hay Gabriel¡¡
no hay manera,
¡¡estamos tocando
fondo¡¡
Así surgieron las palabras, luego las frases y sin darse cuenta ya estaba naciendo la poesía.
ResponderEliminarUn abrazo en la tarde.