Cuando
se cierran mis puertas adentro
el silencio se interpone a la indolencia
y
me rebelo ante ese desarraigo
en el que las copas no tienen nombre
y las miradas crecen desde el subsuelo.
Tiemblo
en ese silencio,
cuando
se despeñan
uno a uno todos los pensamientos,
cuando escanciados,
los bebo
posesa
para parir fecundos su esencia,
y ellos estallan
pregonando
su esterilidad.
Tiemblo
ante ese mar inmenso,
en que la duda se cierne a la garganta
hasta asfixiarme,
gritando con voz de escarcha,
muero en mi zozobra y nada me consuela,
entonces tiemblo,
tiemblo y me desasgo.